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Noé Lima #2

  • Writer: #ObraEmergente
    #ObraEmergente
  • Nov 23, 2018
  • 3 min read


Bitácora


Los relámpagos fugaces

Roen

Esfuman

El ardiente insomnio del invierno


-no dejo de pensar en el sexo de mi mujer-


Es como piedra minúscula que rueda húmeda entre mis yemas



Los ruiseñores de trapo que guardaron silencio

Cuando esa mujer lejana me dejó los ojos llenos de esquirlas

El amor por el puente de Brooklyn

El color negro por el acorde de Jack White

El adagio de plata que siempre guardaba entre mi torpe alfabeto


Mi taza de humo

Con su boca nublada nombrando mi café favorito

El amor y sus silabas

La sombra llena de trombas

Queriendo beberse los escombros de esos oboes

Que suenan necios en los huesos de mi cara



-Extraño el sexo de mi mujer

Sus labios de pentagrama


Sus mejillas de cierzo

Su lengua de contrapunto

Afinando la orquesta de ese dinosaurio encorvado

Que resucita mi tabique desviado


Extraño los monosílabos de sus huellas

Las sonoras onomatopeyas de sus dedos al nombrar los orgasmos

La inquietud del trueno

El concéntrico aliento del agua

Extraño

La luminosa ciudad de Nueva York

Que siempre menciona en sus novelas negras

Sus crímenes

Y el cortesano beso en el metro-

La lluvia siempre es una bitácora del tiempo en la boca de mi mujer

Con su relámpago que siempre pule su acento con su cintura



Los fumadores


I

Nunca he creído en que los poemas biográficos

Sean una especie de tatuaje digno de los libros


Ni en el egoísmo blanco del oxígeno

Cuando se quema como un abstracto cielo

O se quiebra en el movible caos de las ventanas con sus cortinas

En ese vocablo marrón de la ceniza

Queriendo nombrar lo que se quiso decir antes del silencio


Nunca lo había pensado

Como cuando visité la exposición de Picasso sobre los fumadores

En la vieja universidad de Oviedo

Hartos de cocktail con la austeridad del aire en cada hueso

En el humeante beso del verbo en cada pincelada


Ni pensé en que al fumar uno roe su trébol de la suerte

Ni su ruido sanguíneo cuando se hace el amor

Después de inhalar el capilar olor de la noche

O que las encías trillan y giran su confeti amarillo sobre la carne

Cuando el asombro de una mujer hermosa parecido a un bisturí

O la muerte se asoma despacio por los grandes salones


Nunca tuve fe en esos poemas biográficos

Ni cuando me bebí la desteñida estrella de la niebla

En tu cadera con su pálida lumbre

-Hablo de que esa estrella parece un acordeón con el humo

La salina arpa con su benigna navaja

Y su maullido picoteando la cicatriz del sol ahogada entre los charcos-

Sin pretender parecerse a la lluvia


Cuando pasa el tiempo

Un aprende a ver sus fotografías de joven

Con el solemne gesto del fósforo

Con esa pequeña letra cursiva en la comisura de esos labios

Como la escarcha de lo que ha quedado de la vida:

Ese zumbido amarillo de los relojes

Insistiendo en convertirse en el lejano amor traducido en una bocanada


II

Ni Picasso supo

Ni Rembrandt

Ni Guayasamín

Ni Rafa Fernández

Ni Fernando Carballo

Que el tabaco es la opaca envoltura

Que enrojece

El tacto de la luna

Cuando gira en los pétalos de la aurora


III

Una astilla de vidrio es un gong en la retina

La fría tempera del sueño

Cuando entre los dedos el humo calza todos los miedos

El infinito latido de tu gemido

El pulverizado aliento de los faroles cansados de olerte por las noches

De sacudir la sombra con la anestesia enharinada de los hospitales

Donde la muerte

También

Aprende a fumarse la esperanza de los pobres



DUELO

La navaja de un minutero

Ladra tibia y póstuma sobre la tinta que nunca usé

Y que hasta hoy te nombra


Como una página de verano que muerde mis uñas

Y donde los besos de una muerta son fríos

-Los tuyos son rojos porque arden en el pábilo-

Como el vaso de un sueño ya bebido días atrás

Caricias atrás

Años atrás

Huesos atrás

Que nunca acaba de llenarse de palabras

De estrellas como barrotes silenciosos que nunca cantan

A la niebla disecada por el labio inmóvil del sueño

En ese suspiro de cera que fulge a lo lejos de mis manos


Yo trato de alcanzarte

Pero mi pulso es un desierto helado

Un crepúsculo dibujado a fuerza de verbos


Susurro un vals

Hago temblar a la armadura de la noche con mi aliento

Lo hago

Y el silencio tiene tatuada la nieve en cada grito

Lo hago

Y el ruido es una diadema pálida para mi cadáver

Ante el semáforo de la esquina

Donde apuñalo la miel de la luz con un trago

Y la máscara del suelo es sellada por el miedo de las colillas de mis cigarrillos


Mi cadáver es un espejo

Dicen algunos


No el tuyo

No el que quiero ver como el trapecio del alba


Que padece de sed cuando te nombro

A esta hora de la noche

Una hoz desangra a la menguante astilla del rocío

Yo te lloro sobre el césped


Y me hago humano.


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