Bitácora
Los relámpagos fugaces
Roen
Esfuman
El ardiente insomnio del invierno
-no dejo de pensar en el sexo de mi mujer-
Es como piedra minúscula que rueda húmeda entre mis yemas
Los ruiseñores de trapo que guardaron silencio
Cuando esa mujer lejana me dejó los ojos llenos de esquirlas
El amor por el puente de Brooklyn
El color negro por el acorde de Jack White
El adagio de plata que siempre guardaba entre mi torpe alfabeto
Mi taza de humo
Con su boca nublada nombrando mi café favorito
El amor y sus silabas
La sombra llena de trombas
Queriendo beberse los escombros de esos oboes
Que suenan necios en los huesos de mi cara
-Extraño el sexo de mi mujer
Sus labios de pentagrama
Sus mejillas de cierzo
Su lengua de contrapunto
Afinando la orquesta de ese dinosaurio encorvado
Que resucita mi tabique desviado
Extraño los monosílabos de sus huellas
Las sonoras onomatopeyas de sus dedos al nombrar los orgasmos
La inquietud del trueno
El concéntrico aliento del agua
Extraño
La luminosa ciudad de Nueva York
Que siempre menciona en sus novelas negras
Sus crímenes
Y el cortesano beso en el metro-
La lluvia siempre es una bitácora del tiempo en la boca de mi mujer
Con su relámpago que siempre pule su acento con su cintura
Los fumadores
I
Nunca he creído en que los poemas biográficos
Sean una especie de tatuaje digno de los libros
Ni en el egoísmo blanco del oxígeno
Cuando se quema como un abstracto cielo
O se quiebra en el movible caos de las ventanas con sus cortinas
En ese vocablo marrón de la ceniza
Queriendo nombrar lo que se quiso decir antes del silencio
Nunca lo había pensado
Como cuando visité la exposición de Picasso sobre los fumadores
En la vieja universidad de Oviedo
Hartos de cocktail con la austeridad del aire en cada hueso
En el humeante beso del verbo en cada pincelada
Ni pensé en que al fumar uno roe su trébol de la suerte
Ni su ruido sanguíneo cuando se hace el amor
Después de inhalar el capilar olor de la noche
O que las encías trillan y giran su confeti amarillo sobre la carne
Cuando el asombro de una mujer hermosa parecido a un bisturí
O la muerte se asoma despacio por los grandes salones
Nunca tuve fe en esos poemas biográficos
Ni cuando me bebí la desteñida estrella de la niebla
En tu cadera con su pálida lumbre
-Hablo de que esa estrella parece un acordeón con el humo
La salina arpa con su benigna navaja
Y su maullido picoteando la cicatriz del sol ahogada entre los charcos-
Sin pretender parecerse a la lluvia
Cuando pasa el tiempo
Un aprende a ver sus fotografías de joven
Con el solemne gesto del fósforo
Con esa pequeña letra cursiva en la comisura de esos labios
Como la escarcha de lo que ha quedado de la vida:
Ese zumbido amarillo de los relojes
Insistiendo en convertirse en el lejano amor traducido en una bocanada
II
Ni Picasso supo
Ni Rembrandt
Ni Guayasamín
Ni Rafa Fernández
Ni Fernando Carballo
Que el tabaco es la opaca envoltura
Que enrojece
El tacto de la luna
Cuando gira en los pétalos de la aurora
III
Una astilla de vidrio es un gong en la retina
La fría tempera del sueño
Cuando entre los dedos el humo calza todos los miedos
El infinito latido de tu gemido
El pulverizado aliento de los faroles cansados de olerte por las noches
De sacudir la sombra con la anestesia enharinada de los hospitales
Donde la muerte
También
Aprende a fumarse la esperanza de los pobres
DUELO
La navaja de un minutero
Ladra tibia y póstuma sobre la tinta que nunca usé
Y que hasta hoy te nombra
Como una página de verano que muerde mis uñas
Y donde los besos de una muerta son fríos
-Los tuyos son rojos porque arden en el pábilo-
Como el vaso de un sueño ya bebido días atrás
Caricias atrás
Años atrás
Huesos atrás
Que nunca acaba de llenarse de palabras
De estrellas como barrotes silenciosos que nunca cantan
A la niebla disecada por el labio inmóvil del sueño
En ese suspiro de cera que fulge a lo lejos de mis manos
Yo trato de alcanzarte
Pero mi pulso es un desierto helado
Un crepúsculo dibujado a fuerza de verbos
Susurro un vals
Hago temblar a la armadura de la noche con mi aliento
Lo hago
Y el silencio tiene tatuada la nieve en cada grito
Lo hago
Y el ruido es una diadema pálida para mi cadáver
Ante el semáforo de la esquina
Donde apuñalo la miel de la luz con un trago
Y la máscara del suelo es sellada por el miedo de las colillas de mis cigarrillos
Mi cadáver es un espejo
Dicen algunos
No el tuyo
No el que quiero ver como el trapecio del alba
Que padece de sed cuando te nombro
A esta hora de la noche
Una hoz desangra a la menguante astilla del rocío
Yo te lloro sobre el césped
Y me hago humano.
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