I
Es la hora de vaciarse
en el vacío exquisito,
brincando la trompa de lo mágico,
espiando por el ojo del cuerno
Traes la herida en la corona oscura,
ve a abrazarte, no temas,
vamos lamiendo la piel de la uva
en lo alto de la piedra india
Nace la lluvia, se consume el atardecer,
los árboles rojos sudan trinos constantes
Es la hora de vaciarse en el vacío exquisito
Mis sobrinos benditos ofrendan su amor como ángeles!
II
Muchas veces amanezco
como entre el brillo en las latas de los ciegos
y me aniquilo con una hoja tenebrosa
de un árbol espejo solitario.
Quién puede detener el canto
o la dicha brutal en la saliva del sol?
La tinta mancha lo que no escribe
en el cuaderno negro.
Tengo un libro innaciente,
huérfano y oloroso en cada dedo del amén,
un cuenco cósmico,
una desventura pendiente en mis costillas.
Hoy el espíritu de mi perro se vistió
con flores y guirnaldas para pasarme a buscar.
Pasearemos hasta olvidar los huesos,
la vereda de cera o la región favorita.
III
Una y mil veces vi la senda de piedras amarillas junto a los conejos que nadie ve. El amor colgando del pecho o la furia de las campanas a la hora del Prasadam. El oso de tela y cariño que mi abuelo me regaló el primer día de la vida. La diapositiva sin edad, la lámpara del demonio aburrido o la cometa que me ataron al cuerpo cuando niño y desde entonces nunca nadie pudo bajarme. El guiño de mis bagualas desmesuradas, la lágrima oceánica ofrendada al espejo dibujando la huella del café. El arcángel, el beso erizante, el manto solar disonante asomándose entre los dientes del árbol rabioso. El OM y la estatuilla de Hanumán flotando en la boca de la flor temblorosa. El hombre, el parque, la luna de dios y las brujas. Mis cuadernos y guitarras. El río que atraviesa la garganta, el manantial divino. Mis hermanos, nuestro perro, nuestro gato y el último animal del cielo. José, la Lila, la Yaya, René y la poesía de mis padres. La cáscara dolida o el cuerpo que nunca fui.
P.D: Seré eterno como manda el alma, buscaré en la mar de tu sonrisa la piedad. Sacrificaré mis canciones como siempre lo hice, ya no sé a quién le canto, solo sé que perderme me ayuda a encontrar.
IV
Sigo en pie
con la garganta cubierta de cantos
con el agua y la harina entre los dedos
a la sombra del ajo de las nubes
Sigo en pie
contando hasta nueve infinitos
precipitando a que la luz nos devore
en cada estación de su corteza
V
La gota pestañeando en la hoja de un árbol amanecido hace cientos de años en la selva, su presencia magnánima y el arrebol del cielo. Puedo palpar este sentir (sin esfuerzo alguno), debo conservar el sentimiento sin apropiarlo, dejándolo virgen, libre, luminoso como un manantial que santifica la vibración en las cuerdas de las gargantas, en cada canto a lo cotidiano ... a lo divino.
VI
Los monos descendieron las cumbres
que acontecían tras la visión desolada
uno a uno los pude ver con sus antorchas
la corona lisérgica o la brasa del hielo
Traían libros donde el génesis de sus pueblos
se reducía a un vocablo
Las enormes piedras roídas por el ancho sol
fueron sus catres de ensueño durante la travesía
Fui testigo, cristo, una canción popular o el lomo de la oruga
Porqué no habría de contarte la imagen
que desató mis miedos?
Cuando desperté tenía la lámpara
ferozmente apretada entre mis brazos
Cargamos la enorme ola gigante grabada en la frente
la sonrisa lisiada acurrucada por años en los labios
VII
Te contaría, pero no me creerías
que esta piel es solo un saco de nueces
pudriéndose en la boca de la tormenta seca
que me era costumbre imaginar ventanas
para sentir tras los huecos de ensueño
el escalofrío en el hierro de los árboles
Te contaría, pero no me creerías
que esta mañana desayuné el silbo de la ternura,
nos bañamos con el trino de los pájaros y lloré
que me es costumbre dibujar misterios,
construir castillos cónicos andrajosos
habitados con el sonido de la alarma celestial
Te contaría, pero no me creerías
el pentagrama que brotó en el patio, en la hierba,
la alianza con el riego, la música, la eternidad
(Cuaderno de ruta / 2016)
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