UNA ARAÑA ANDA EN TU CORAZÓN Y NO SOY YO
(Letanía invertebrada a dos voces)
Una larva confiesaen tu cálido aliento
Un ciempiés tiene prisa en tu mirada
Un pulgón sacrosantosantifica tus senos
Las polillas benditas resucitan tus besos
Gusanos penitentes expían tus palabras
Cucarachas miopes adoran tu cabello
Un caracol piadoso crucifica tu sexo
Mesiánicas hormigas predican en tus nalgas
Gusarapos novicios martirizan tus dedos
Un grillo litúrgico consagra tu aliento
Ecuménicos sapos purifican tu espalda
Y anhélidos curiosos comulgan tu deseo.
Una cáncana virgen tu cariño procura
Una salamanquesa invoca en tus rodillas
Escarabajos santos glorifican tus curvas
Ladillas pontificias alaban tu figura
Templarios cigarrones santiguan tus mejillas
Un piojo redentor reza en tu cintura
Moscas inquisidoras tu dulzura excomulgan
Luciérnagas contritas en tus pestañas brillan
Ácaros sacerdotes reverencian tu nunca
Una santa teresa tu amor llena de usura
Libélulas beatas persígnanse en tu risa
Y arácnidos papales pecan en tu ternura.
*
Hay cien árboles alineados en la avenida oscura
como cien versos recitados de un poema,
y un olor a tiempo podrido
que exhala la humedad de todo lo sentido,
mientras vuelves a casa
sin saber dónde fue
lo que ha muerto del día.
Lo que el poder oculta
Lo que la muerte calla
Lo que el amor no dice
Y lo que el tiempo ignora.
Nada habrá de importar.
Es de mala educación
responder
sin que nadie te pregunte
maquinar sin enredos
vivir sin tener sueños
amar sin corazón
deprimirse sin flotar
lamentarse sin lágrimas
jadear sin respiro
exhalar sin aliento
tocar sin taco
reír sin ganas
mirar sin ver
ser sin siendo
Vocación
Reflexionando sobre el hecho de ser escritor recuerdo toda la energía destinada a ese empeño durante mi juventud. Más que la escritura en sí estaba el hecho de producir páginas y extraviarme en la prosa y el verso afanoso de engordar un currículo que respaldara esa denominación de escritor.
Ahora, después de tantas páginas escritas, de invocar la palabra y ahogarme en los textos, es cuando más apocado tengo el sentimiento de ser escritor, cuando menos siento la necesidad de significarme en el mundo de las letras, agotado el furor juvenil y libre de la ambición adulta.
Es, en este momento, cuando reposan las letras en el exilio de la literatura, en la frontera de la identidad perdida, en lo transliterario, donde lo que menos importa es ser función de escritor y sí vivir dentro de ella.
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