I-
Se escucha el murmullo
del bosque
los pasos de algunos pájaros
en busca de semillas
aleteo
las abejas están desorientadas
no encuentran
al liquidambar
su rojo intenso no aparece
y el geranio ha ocupado
territorio de orfandad.
La casa está cerrada
un rayo de sol cae
en el piso limpio,
vacío.
Una mujer en la vieja mecedora
teje con agujas de alerce
tiembla
piensa en la tristeza
del árbol
tan lejos de dónde
debe estar.
Conoce el dolor del desarraigo
no hay aguja que lo pueda reparar.
2
Querido:
Creí que ya no tenía lágrimas para vos, me equivoqué una vez más. Hoy , durante el atardecer, me atreví a leer lo último que nos escribimos hace un año. Es que me informaron de un concurso de cartas de amor y pensé que podría elegir una de las tantas que te he escrito. No pude avanzar, el llanto me impidió seguir. Lágrimas gordas , calientes y saladas me fueron mojando el vestido gris. Hoy, como ves, todo es una avalancha de recuerdos.
Al releer comprendí muchas cosas. Seguro que vos no te acordás de una sola palabra y menos ahora, ocupado y enamorado como estás, no es relevante. Entre todas las cosas que hoy se develaron hay una que debés saber: no volvería a verte ni aunque me lo pidieras de rodillas pero también te digo que nunca, ni uno solo de estos días, he dejado de pensarte.
Hay situaciones inexplicables, lo sabemos. Sé que no es casual que mi terraza se haya poblado de mariposas verdes y amarillas, que la Reina de la Noche haya empezado a florecer de día, que los pájaros entren a mi casa y revoloteen encima de mi cabeza. El collar verde está guardado en la cajita de la India, reposa encerrado en terciopelo púrpura. No he vuelto a usarlo, me oprime el cuello como si de solo saber que fue tu regalo, me apretara con fuerza hasta cortarme la respiración. Me gustaba usarlo todo el tiempo, tengo cientos de fotos luciéndolo.
No me resulta fácil escribirte, has sido despiadado y cruel conmigo y sé que no es nada personal. No estabas preparado para recibir lo que te daba, no encontraste la puerta que te permitiera salir de tanta vivencia oscura y dolorosa.
Es una buena cosa que las lágrimas no se agoten, hoy fueron de alivio, de una tristeza serena, casi paciente y esperanzada de que algún día me reiré de todo esto.
Parezco una adolescente y soy una mujer grande . Mi entrega fue absoluta y terminó abrumándote.
Tiempo demasiado intenso, han ocurrido tantos cambios en mi vida que a veces pienso que me perdí en universos paralelos, que no pueden ser ciertos estos sucesos increíbles. El misterio y la magia incorporados a la rutina, nada mal. Lo desee siempre desde aquellos días a la sombra de la palmera cuando pasaba el manicero y yo le imaginaba historias, tragedias que ahora viéndolo a la distancia, resultaban muy extrañas en una niña de cinco años. Siempre fui rara, de eso no cabe duda pero aposté a que el paso de los años cambiarían un poco mis laberintos. Hasta las acciones más prosaicas terminan siendo en mi, un vértigo. Si salgo a regar las plantas no puedo depositar el agua e irme. Me entretengo en largos diálogos con el ficus y le reina de la noche crece desmesuradamente producto de mis conversaciones y de mis caricias. Si de lavar los platos se trata quedo atrapada en esos mundos de jabón y porcelana metiéndome en situaciones locas, en fábricas donde hombres con turbantes dibujan en la loza arabescos de color dorado y cantan con una voz quejumbrosa hasta la caída del sol.
Te pido que me tengas un poco de paciencia, Ya sabés que cuando te escribo no me persigue la prisa. Te quería contar que los poemas aquellos que en mis días de desgarro y de tu desamor te escribí, han salido publicados. Ahora estoy preparando una trilogía, será lo último que escriba. Luego pienso sentarme en el jardín a desalojar todos los recuerdos.
Estoy segura del poder de la palabra y del maléfico efecto de las palabras escritas así que por fin podré descansar. La ceremonia para dejar todo lo que hemos vivido en un papel me ha dejado sin reservas, tengo las vísceras hacia afuera, como un guante dado vuelta.
De la serie Cartas sin enviar
3
Noche azul y plateada, esta luna marea y caigo en corrales de sangre, a veces roja, a veces azul, otras dorada.
Caigo, me levanto y camino por otras noches oscuras de ciudades lejanas, de tiempos remotos. Ancianos cuerpos han marchado juntos, apretados, jóvenes cuerpos se desencontraron y ya nunca más tuvieron posibilidad de fundirse en las llamas del amor-dolor.
Camino hacia el destierro, me hundo en el abismo de la nada. A quien le importa, este mi grito desgarrado, floreciendo impiedades, sarnas, pústulas viejas. Debo ir hacia el mar, hacia el horizonte que atrapa. Tal vez la magia me salve del abismo, de la avalancha fría de una nieve impía y del calor infernal. Me voy, surcando mares de lágrimas saladas, de tristezas infranqueables, de aire silencioso. Me voy y hemos perdido la irreparable y mísera posibilidad de reencontarnos en el azul de una noche profunda, llena de estrellas y una luna redonda que espía en la ventana.
De la serie Crípticos
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