Lilith
“Ego Lilith, Ergo Lilith”
Nací de la misma tierra que el padre de los hombres. Y nací mujer agradecida de la piedad del Todopoderoso.
Juntos caminamos en el Paraíso, bebimos y gozamos de las delicias del Edén. En esos tiempos lejanos, los animales y las cosas carecían de nombres. Y fue él, mi compañero, quien nombró a animales y cosas.
Y yo le pregunté un día con mis ojos llenos de respeto y admiración.
¿Y para qué le das nombre a las cosas y a los animales?
A las cosas las nombro porque así pasan a ser de mi propiedad. A los animales les doy nombre porque así los educo y los someto. Ellos también son míos, como lo eres y serás por siempre, compañera mía. Yo te nombro ahora “Lilith”, y yo, Adán, soy tu dueño. Así que ven Lilith que tengo que decirte tus obligaciones, ya que me debes obediencia y respeto, porque yo seré el padre de todos los humanos, y tú serás mi obediente esposa.
Mi confusión y enojo fue enorme, pero él, el padre de todos los hombres, el mismo padre que comió del fruto prohibido muchos años después, a partir de ese día me hizo su esclava y soporté golpes, humillaciones viles; y no, no fue la serpiente quien enseñara al padre Adán a entrar en la vagina de una mujer, sino que él, el perverso, lo sabía por consejo del Todopoderoso. “Engendra hijos con Lilith, tu hermana y a poblar la Tierra”, era la orden. Pero yo no iba a permitir que un ser dominante y altivo dejara dentro de mi vientre su semilla. Como podía metía mis dedos en mi vagina y mis uñas largas jalaban todo indicio de vida dentro de mi.
Dios, en su detestable omnipresencia supo lo que hacía, pero me dejó hacerlo. Algunas veces pensaba que era parte del detestable plan que tenía para mi.
Seguí sufriendo cientos y miles de noches, hasta que un día decidí dejar a aquel miserable y partí fuera del Edén.
Aquí comienza mi historia y la razón de por qué mi nombre fue borrado de la memoria del hombre.
Ego Lilith
Ergo Lilith
Antes de partir había ideado dar muerte al miserable, pero entonces Dios apareció y me enfrentó, dejándome ver lo perverso de mi proceder.
¡Malvada, o perversa!
Pero, y Adán ¿no había sido malvado conmigo? ¿Acaso sus golpes y humillaciones eran agradables a Dios? ¿Mi sufrimiento era agradable a ese Dios egoísta y loco?
¡Oh! ¡Maldito Dios!
¡Maldito Adán que fue creado con la misma tierra que me da este cuerpo!
¡Maldito Adán y su estirpe!
Dios me pidió sumisión, y tras mi negativa vino mi noche eterna. Pero todo era mejor que estar bajo el yugo de un maldito.
Caminé mucho, el miedo me hacía flaquear, las sombras me abrazaban, me vi entonces en eones perpetuos que explotaban en el espacio-tiempo del universo creado por esas deidades celestiales.
Miré el cielo y vi carros de fuego corriendo en estampidas de ángeles, al único y grandioso Satán, por quien la revuelta en el cielo había empezado.
¡Oh! mi hermoso ángel oscuro, ejemplo de batalla contra la sumisión.
¡Mi ángel caído, y después mi señor!.
Yo no era enorme como él, yo había nacido a imagen del humano; aún así, elegí a Satanás como el padre de mis hijos. Ángeles hermosos, demonios divinos y terrenales capaces de enfrentar la ira divina. Y de eso, de todo eso no se percató Dios. Porque anduvimos ocultos, lanzando nuestros hijos al mundo, perdidos entre los humanos mientras Adán procreaba con la madre de los hombres a sus tres hijos.
Así comenzó la historia de Lilith, madre de todos los ángeles renegados, de los humanos sombríos, de los dolorosos y apasionados.
¡Ea, pues hijos e hijas de Lilith!
Les diré cuál es su misión en este mundo.
(Breve silencio)
Es aquí donde encuentra sentido mi monólogo y sólo tú descendiente de Lilith lo entenderás.
Ego Lilith
Ergo Lilith
Semper Lilith…. Yo soy la madre altiva que enfrentó a Dios, la madre de ángeles humanos que hoy pululan sobre la tierra. Yo soy la que desdeñó el Edén y quien prefirió mil veces la oscuridad.
Soy la mujer de Tierra que se humedece en las olas infernales de la pasión por Satán. Yo soy la prostituta que salva a sus hijos de morir por hambre. Yo soy la mujer de carne y huesos, amante insaciable que devora a Dios. Y héme aquí, en este lugar en el breve espacio en que hoy puedo gritar.
Ese espacio que está oculto entre tus labios vaginales, yo soy la centella, la hormona, el clítoris, el pecado, las ganas, la lujuria, el amor insumiso, la seducción. Soy el nombre de cientos de miles de mujeres ya fueran rubias, negras, bronceadas, blancas, rojas, pero eso sí, NUNCA COBARDES.
Soy el anatema y la seducción, soy carne, vulva, labios, besos, coitos, regalos, soy y seré tierra que nunca se dejó dominar.
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