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Hermes Arrestarazu en la presentación de #ObraEmergente.

  • Writer: #ObraEmergente
    #ObraEmergente
  • Nov 2, 2018
  • 12 min read


Del amor

Ensayo para una futura generación


Aunque sea el fin del amor/

yo he visto el fin del disfraz/

yo quiero el fin del dolor/

pero no hay fin siempre hay más/

No existe sombra/

no existe culpa/

no existe cruz.

Charly García, Pedro Aznar, Tu amor, Tango 4, 1991



Pocos temas seducen tanto la atención de multitudes día a día, como los asuntos amorosos. En las siguientes líneas intentaré mostrar sucintamente porqué esto ocurre, en qué medida es un problema -siempre que quedemos atados en los corrales del amor romántico-, y esbozar una forma en la que nos podamos liberar de las trampas, a un tiempo que podamos disfrutar de lo que el amor tiene de maravilloso.

Pero primero tenemos que aclarar de qué cosa estamos hablando. En nuestro idioma amor designa cosas diferentes. Por un lado está, por ejemplo, el amor a la patria o a la humanidad. Por otro el amor a los hijos o a los padres, o hermanos. En este texto nos concentraremos en un sentido de la palabra amor: aquél que refiere a lo que sentimos y vivimos con respecto a una persona que nos atrae sexualmente, y tocaremos brevemente, pero no de forma menor lo que refiere al amor hacia los amigos.

Con esto aclarado, es tiempo de comenzar a considerar este asunto.


El maldito amor, que tanto miedo da

Carlos Solari (Indio), El pibe de los Astilleros, La mosca en la sopa, Patricio Rey y los redonditos de ricota, 1991


Llamamos amor a un sentimiento que ocurre en uno que se siente enamorado de otra persona. En este momento tanto da de quién es que la persona enamorada lo está. Se trata de un sentimiento bastante bien descrito desde larga data en la literatura romántica y amatoria, incluso en la de peor calidad. Cosas como "tener mariposas en el estómago", dejan bien en claro que estamos hablando de un sentimiento que ocurre en un cuerpo humano. Y en tal sentido resulta particularmente interesante que nos basemos en los estudios que se han hecho sobre la química del amor.

Pero no teman, no pienso hacer de estas líneas un tratado de química, lleno de bellas e intrincadas formuaciones y nombres de glándulas que segregan las mismas en nuestos sistemas vitales, de forma tal que puedan actuar sobre todo nuestro cuerpo, agitando el pulso, entrecortando la respiración, y sobre todo, inundando de sustancias nuestro cerebro. Porque este es sin duda el aspecto biológicamente más relevante de lo que llamamos amor.

Cuando nos enamoramos se segregan diferentes sustancias que afectan nuestro sistema nervioso. Las mismas hacen que nos sintamos especialmente bien, hacen que entremos en una suerte de euforia. Las mismas son segregadas ante el estímuo que es la persona amada, y es interesante hacer notar que cuando la persona amada no se presenta -en tanto estímulo- cesa dicha producción. Podríamos sin temor, y hablando como legos biológicos, decir que el amor consiste en un estado de excitación equiparable al consumo de una droga, si bien contando con la imparable ventaja de ser nuestro propio cuerpo el productor de la misma.

Por eso ante la privación de tal estímulo, o el temor de la privación, actuamos igual que el adicto al que se priva de su sustancia. Reaccionamos con agresividad o caemos en una angustiosa resignación; paranoicamente preveemos la pérdida e intentamos dominar al estímulo -que no olvidemos es una persona-, o intentemos destruir a quién imaginamos causante de la pérdida, sea un tercero, o sea el propio estímulo, esto es, la persona, que a pesar de nuestro amor no logramos ver como tal, nublados por la niebla de la química amatoria.

Esta etapa de amor adictivo tiene una duración limitada, ya que las sustancias que nuestro organismo segrega ante el estímulo van bajando con el tiempo. Se prolonga entre un año y medio, y hasta unos tres años. Transcurrido ese lapso, el enamoramiento cesa. El maravilloso disfrute de la droga se acaba, y con él las luces que brillaban en la noche de la pasión.

¡Pero yo conozco parejas muy bien avenidas que han durado más! Saldrán a decir algunos. Está bien, yo también las conozco. Ya llegaremos a hablar de ellas.

Por ahora hemos considerado la fabuosa experiencia del amor, en tanto malabarismo de la química en nuestros cuerpos que nos hace marionetas de las secreciones y de las glándulas y de todas esas cosas que nunca supimos que ahí estaban. Y que por eso mismo hemos intentado explicarnos en otros términos, entre los que destaca sin duda, la poesía romántica.


Hoy encuentro en mis cuadernos

trozos de tu amor eterno

Ruben Rada, Mi alcoba, Descarga, Totem, 1972



Cómo dijimos previamente, el amor lo sentimos ante la existencia de un estímulo, estímulo que en realidad es una persona. Claro está, lo mismo podríamos decir del simple estímulo sexual. Vemos, oímos, pensamos en tal o cual persona y nos excitamos. ¿Se trata de lo mismo? No. Mientras que la mera excitación sexual cede su lugar a otros contenidos mentales al poco tiempo, a veces de forma casi instantánea, los sentimientos de amor tienen una peculiar persistencia. Incluso sin ser correspondido, el amor tiene la tendencia a durar, a ser un sentimiento que no se agota fácilmente. Aunque en algún momento, como ya vimos, se acaba.

La primera diferencia, está en el mismo plano biológico que antes estuvimos considerando. La atracción sexual está regida por otros procesos químicos, que suelen ocurrir en forma conjunta con la estimulación amorosa, pero que también pueden ocurrir por separado. Entonces lo importante ahora es intentar entender porqué desarrollamos esta tensión especial, este sentimiento, este torrente químico.

Lo que diré ahora no se basa en sesudos y académicos estudios, sino en la consideración de múltiples lecturas y un poco de conjetura y mucho de interpretación personal. Sabrá el lector disculpar que pase de un terreno que realmente creo mucho más sólido a este otro, tan resbaladizo.

Toda persona que se enamora, es antes de ser alguien enamorado, una persona en una sociedad y en una cultura dadas, históricamente situada en forma precisa. En esa sociedad y cultura habrán formas prescritas para los distintos roles que la persona ha de ir ocupando a lo largo de su vida. Hay un cómo ser hijo, un cómo ser padre, empleado, criminal, héroe, y por supuesto, un como ser amante.

Dado el caso de haberse desatado el amor según lo describimos antes, entonces la persona asumirá las características que la sociedad ha prescrito para él o ella, con los matices posibles según la posición social respectiva de los amantes, y según otros detalles que usualmente no quedan del todo delimitados en estos funcionamientos sociales.

Aquí debo aclarar algo que excede lo que este ensayo se propone exponer, pero que es un supuesto con el que estoy trabajando. Toda sociedad produce ciertos arreglos de roles, de guiones, a ser vividos por los actores sociales -en este caso personas- cuando la ocasión lo indica o propicia. Pero la producción de tales guiones y la forma de ser vividos no tiene la perfección de una máquina de relojería. Por diferentes razones siempre se produce un cierto grado de desajuste entre la preparación y programación de la vida a ocurrir que la sociedad organiza, y la ocurrrencia real de la misma.

Tal nivel de desajuste no corresponde a lo que el actor se representa como desiciones libres -los actores de los roles prefijados también se representarán en sus mentes sus acciones como desiciones libres- sino a niveles de desacierto en el funcionamiento social. Desacierto que es una necesidad absoluta para la continuidad de la vida social, ya que sólo él permite la adaptación a nuevas circunstancias, y el desarrollo de nuevos procesos.

Así pues, lo que hacemos una vez enamorados, es -generalmente- seguir un cierto guión de cómo ser un enamorado. Casi cómo si tuviésemos una lista de acciones a realizar. Recuerden si no en su adolescencia, ante un primero o segundo amor cómo uno busca saber que debe hacer. Cómo si el hacer frente a la situación amorosa fuese un saber prescrito

Y lo cierto, es que -postulo- está prescrito en la cultura de una sociedad dada, de cada sociedad dada, la forma en que comportarse ante el amor.

En nuestra sociedad, lamentablemente, la forma de comportarse ante el amor, no es otra que el llamado amor romántico.


Antes que tú no había nada

después no hay nada más que tú

Eduardo Darnauchans, Claros, Presentación, Jorge Galemire, 1981


Un estudio completo del amor romántico debiera comenzar en la Edad Media, y dedicar especial atención al Romanticismo, ese movimiento espiritual y estético europeo del que tomó nombre. Pero aquí tenemos una intención mucho más modesta, que se limita a intentar entender lo que de esa larga y rica tradición se expresa en nuestro tiempo y lugar bajo el rótulo de amor romántico.

Reproducido por las textualidades que atravesan una y otra vez nuestra vida, el amor romántico -lamentablemente- es la forma imperante de vivir el amor. Las telenovelas lo proclaman, las canciones lo iluminan, las conversaciones informales lo condensan y la publicidad lo entroniza. Su relato básico es, un jóven blanco y buen mozo conoce a una jóven blanca hermosa. Se flechan instantáneamente. Deben superar ciertos obstáculos para estar juntos. Y una vez que lo han logrado la felicidad para ambos es completa.

Detengámonos a pensar algunas consecuencias de esta narración. Lo primero es que el amor romántico es escencialmente un relato de amor heterosexual y europeo o europeizante. Tales cosas son necesarias para adscribirlo al entorno cultural dominante, y para regirse por y erigirse en rector de una serie de conductas que tienen como fin preservar la sociedad dominante.

Lo segundo es que el amor romántico ocurre ente jóvenes: las personas de mediana edad, o de edad avanzada son ocultadas en el texto del amor romántico. Ellas no pueden ni postularse. Porque además, supone la belleza de los amados. Lo que es feo, como lo que es amerindio, o lo que es africano, o viejo, o gordo, o implica atracción por el propio sexo, queda todo ello inhibido de ser aceptable como amor romántico, y por lo tanto, queda proscrito como amor.

Lo tercero es que es un relato que postula la inevitabilidad de un final feliz, una promesa de felicidad eterna, un acceso al beatífico cielo en la tierra. Los obstáculos que se presenten serán superados, porque el amor les dará fuerza -y nótese que la descarga química realmente te da energías para cosas que no serían posibles en muchos otros casos- para lograr sus objetivos. Pero ahora vamos a bajarnos de la tarima del relato amoroso romántico.

Y vemos que vivimos en un país en que la mayoría no es rica, y tiene que trabajar, y enfrentar problemas que no son solubles, ya que las posibilidades de desarrollo de una persona están determinadas en forma casi inexorable por sus condiciones de nacimiento. Y así si uno es pobre, u oscuro de algún modo, o ha pasado ya de los treinta y tantos, o si gusta de personas que no son aquellas por cuyo cuerpo debiera sentir atracción... el amor no será el destino que habrá de hallar. Así el relato del amor romántico parecería sólo comprender a los hetersexuales jóvenes de las capas medias y de las clases dominantes de la sociedad. Pero…

Cómo vimos la felicidad química que el amor proporciona, esa energía adicional que allana los problemas imaginables e inimaginables, se extingue tras pasar algún tiempo. Y se extingue para el peón, pero también para el estanciero.

Así que el amor romántico se constituye en la mayor mentira impuesta sobre toda la sociedad. ¿Cómo es entonces que lo seguimos defendiendo, cómo es que se sigue creyendo en él?

La respuesta tiene dos partes. La primera está en la naturaleza química del amor. Cuando uno siente amor, ¡caray, se está entre las nubes! La sensación es tan gratificante, y su recuerdo tan perdurable, que deseamos que la promesa de un amor infinito fuese cierta. E incluso cuando perdemos uno, nos proponemos buscar uno más verdadero. En incluso cuando no lo hallamos, queremos tanto creer que fue posible, que realmente ocurrió, que corregiremos los detalles del recuerdo, para engalanarlo con los presupuestos del arquetípico relato, y confeccionaremos con él una irrealidad a la medida de los supuestos que cargamos como el peor de los yugos.

La segunda es que precisamente al injusto modelo de sociedad vigente, el amor romántico le resulta muy funcional. Una amor entendido como posesión del otro estará en consonancia y legitimará una sociedad basada en la apropiación de lo necesario para la vida conllevando la exculsión de los no propietarios. Un amor que se sella en un contrato. Cuyo simulacro se vende. Y cuyo final implica punición económica. Una amor que por su propia imposibilidad garantiza que quién lo sienta pierda al llegar el fracaso, mucho tiempo que podría dedicar a cambiar el mundo.

Y me envenenan los besos que voy dando

y sin embargo cuando duermo sin tí, contigo sueño

Y con todas si duermes a mi lado

Joaquín Sabina, Y sin embargo, Yo mi me contigo, 1996



¿Existe acaso una forma de liberarse de este sino? ¿Es posible hallar otra u otras formas de vivir el amor que no sea el amor romántico?

Pues, sin duda que hay formas diferentes que sí pueden existir, y un estudio de las sociedades históricamente distantes o de las que tienen culturas muy discímiles nos mostrará situacines horrísonas o maravillosas, pero claramente diferentes en sus supuestos, símbolos y valoraciones, de todo lo que tenemos nosotros en nuestro inventario europeizante. El principio de este problema y de su solución radica en seguir oprimido o liberarse. Y cómo en todo otro caso, la liberación pasa no por una acción del individuo -ese supuesto indefendible- sino por una acción conjunta de personas que realicen nuevas formas de relacionamientos posibles, que edifiquen nuevos

relatos, y los vertebren de un modo tal que permitan avanzar hacia una sociedad más justa.

Porque todo el andamiaje del amor romántico recibe apoyo de las instancias de poder social por su capacidad para apoyar la reproducción del actual estado de cosas. Y por lo tanto todo intento de construcción de un relato amoroso contrahegemónico habrá de estar resistido desde el poder.

¡Alto!, dirán varios. En los últimos años se han visto varias narraciones, incluso en los medios masivos, que incluyen otros modos de relato romántico, e incluso arreglos familiares diferentes. Es muy cierto. Pero esto tiene que ver con la característica de las sociedades transmodernas de utilizar los discursos que la cuestionan para neutralizarlos, para mostrarse accesible a ellos en una búsqueda de esterilización de su potencial revulsivo. De todas formas, se trata siempre de relatos tangenciales, que entre otras cosas tienen como función, reafirmar el modelo central de una sociedad en la que el simulacro de novedad desarrolla una alteridad lícita, para contraponerla a una alteridad ilícita.


Al fin y al cabo también somos amigos que es la parte del amor que hay que cuidar

El Sobrino del Diablo (Juan Gómez González), Zombis en el metro, El cuarto de las ratas, Barcelona, 2007


¡Pero y he visto parejas felices continuar por años y años!, volverá a objetar alguno. Y dejemos de lado aquellas parejas que simplemente siguen por conveniencia o temor, fingiendo una felicidad no real. Lo cierto es es hay parejas que viven y son felices -otro día discutiremos qué cosa sea la felicidad- durante muchos años. ¿Es que a ellos no se les aplica el agotamiento de la dosis química del amor?

Lo que aquí entra en juego es otra mezcla química, es la química de la amistad, que también consiste en ciertas segregaciones que afectan el cerebro produciendo un cierto efecto de gratificación, y que se presentan ante un estímulo que, otra vez, es una persona. Sin duda a simple vista resulta muy parecido.

Pero en nuestra cultura la amistad es presentada como algo diferente del amor, aunque tal diferencia se halla fundada en que el amor es representado siempre como el amor romántico. No se deja un lugar para el amor de amistad en la concepción social dominante. Es muy común que de hable de la imposibilidad de amor entre hombres y mujeres, o que se discuta por el contrario su viabilidad. Y más recientemente se ha comenzado a discutir si es apropiado o no que las personas que son amigas tengan o no relaciones sexuales.

Todo eso porque el ideal de amistad ha sido privando de eroticidad al mismo tiempo que toda la eroticidad legítima se volcó al imaginario romántico del amor. De hecho nada impide que uno esté enamorado de alguien de quién es amigo, y por lo tanto, se puede disfurtar ese primer maravilloso período de autointxicación química, y antes durante y después de su finalización vivir una bella amistad.

De algún modo, la conclusión mejor a la que puedo llegar, es que el mejor amor para vincular una pareja u otras articulaciones equivalentes, es aquél que es propio de una amistad, a la que unimos un propósito común en la formación de una pareja o similar, una comunidad en lo afectivo, en lo económico, en lo vivencial y -¿porqué no?- en lo sexual.

And we kissed, as though nothing could fall And the shame was on their side Oh we can beat them, for ever and ever Then we could be Heroes, just for one day

(Y nos besamos, como a pesar de que nada pudiese terminar. Y la culpa estaba del lado de ellos. Oh, podemos ganarles, para siempre. Y entonces podremos ser Héroes, sólo por un día)

David Bowie, Heroes, Heroes, Berlín, 1977


La construcción de un nuevo imaginario amoroso, uno en el que el amor es la tibieza dulce de la amistad y el placer compartido del placer de cada uno, unidos en un propósito común que se plantea como proyecto vital para los implicados, conduce necesariamente a la necesidad de crear nuevas formas de soñar con este amor.

Necesitamos un Goethe del amor no romántico, alguien que componga las canciones, alguien que pinte los cuadros, alguien que filme las películas y los teleteatros en los que se muestre que no hay sólo un modo de vivir, de ser humano. Relatos en los que los que aman están solos y no tienen ni quieren parejas, o relatos de post-parejas formadas por cuatro, o siete personas; o relatos de parejas de a dos, pero que vieven su amor sin exclusividad sexual, y relatos de parejas de un mismo sexo, y relatos con todos los tipos de vínculo, los más duraderos cuánto los más efímeros.

Cuando nos hallamos dado, como sociedad, la posibilidad de imaginar lo que es una historia de amor liberadora y liberada, entonces podremos comenzar a elaborar realmente los símbolos y las instituciones en las que una nueva forma de amor se realizaría. Siendo real en lo real.

Y cuando tal realidad haga ver que el rey es más bonito desnudo, entonces la sociedad que se sostiene en los ropajes de la ficción no podrá seguir sosteniendo su mentira.

Yes, loved you dearly And if you're offering me diamonds and rust I've already paid

(Sí, te amé tiernamente. Y si me estás ofreciendo diamantes y óxido ya los he pagado)

Joan Báez, Diamonds and Rust, Diamonds and Rust, 1975


Extraído de Revista Comentarios https://revistacomentarios.wordpress.com/numero-0-agosto-de-2017/del-amor/

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